Conocer una cultura y sociedad únicas en el mundo y viajar a través de ciudades repletas de historia y tradición convertirán a Japón en ese viaje que siempre soñaste
Todavía hoy los europeos pensamos en Japón en términos muy contradictorios. Por una parte, están los automóviles, los trenes de alta velocidad y todo tipo de tecnología puntera, pero por otra parte están las escarpadas pendientes de sus montañas, los tranquilos templos milenarios, los jardines zen, su exquisita y saludable comida, y, sobre todo, el tópico por excelencia de este país de ensueño: las geishas vestidas con el tradicional kimono de seda. Lo fascinante de las islas niponas es que siempre se puede encontrar la confirmación de las propias expectativas y la negación de muchos clichés: Japón es exactamente como uno lo imagina, pero también completamente distinto.
Tokio, una mezcla sinigual del Japón moderno y tradicional
TOKIO, la capital de Oriente. Se trata de una ciudad gigantesca, diferente, ecléctica. Paradójicamente, en un país tan ligado a sus tradiciones, donde el emperador es considerado el higo del Sol, la capital está en perenne movimiento.
Recorrer Tokio, aunque sea con la imaginación, no resulta sencillo ya que no tiene aparentemente un esquema urbanístico claro y cada barrio tiene una personalidad muy diferenciada del resto. Hay barrios comerciales y financieros como los de Ginza, Marunochi, Akasaka o Shinjuku. Los hay sofisticados y chics, como Harajuku y Roppongi. Hay zonas populares de compras y diversión como el propio Shinjuku, Kabukicho o Akihabara (el paraíso de la electrónica), y barrios tradicionales como Asakusa o Ueno.
Pero hay también espacios tranquilos, como la explanada del Palacio Imperial en medido de la ciudad, el parque Yoyogi, el santuario Meji o el parque Hibiya, una isla de verdor en el intenso tráfico del Tokio central.
Para conocer Tokio a fondo todavía hay dos experiencias inexcusables: la gastronómica y la nocturna. En la capital nipona hay cientos de miles de restaurantes que van desde la modesta taberna con menú del día hasta los mejores restaurantes del mundo. Las especialidades de la cocina japonesa son tantas y tan sofisticadas, que se necesitaría una vida entera para conocerlas todas.
En cuanto a la vida nocturna, hay que perderse en la jungla de neones de Shinjuku, o en los sofisticados ambientes de Roppongi o Akasaka para comprender el espíritu de los tokiotas, vitales y alegres, que no dudan en prolongar la juerga hasta enlazar con la jornada laboral.
Kioto, una ofrenda espiritual llena de templos y jardines celestiales
KIOTO, durante más de mil años “ciudad capital”, ciudad de templos y santuarios, de extraordinarios jardines destinados a ser marco para la meditación. Se salvó milagrosamente de los bombardeos de la segunda guerra mundial y aún ofrece la imagen casi intacta del antiguo Japón. Kioto exige al visitante calma y paciencia: tanto porque sus extraordinarios monumentos están muy diseminados, como porque se necesita tranquilidad de espíritu para disfrutar de un arte tan sutilmente refinado.
El pabellón de Oro (Kinkaku-ji), muy famoso en el mundo gracias a la novela homónima de Yukio Mishima, es uno de los puntos más visitados de la ciudad. El edificio fue destruido por completo en 1950 a causa de un incendio provocado por un monje que no estaba en condiciones de soportar su belleza, su absoluta perfección.
En el corazón de la ciudad se encuentra el Nishi Hogan-ji, uno de los templos más venerados de Kioto, famoso por las espléndidas pinturas de sus salas. Cerca se halla el Higashi Hoganji, con el mayor techo de madera del mundo. Hacia el norte se encuentra el templo de Kiyomizudera, construido sobre un precipicio.
Otro de los rasgos que hacen de Kioto un lugar único, es el arte de la jardinería. Los jardines japoneses tienen su primera razón de ser en el principio sintoísta de sacralizar los parajes más bellos, por ese motivo son prácticamente inseparables de la religión y la metafísica. Esto es evidente en los denominados “jardines de meditación”, la máxima abstracción está representada por el kare kansui (jardín seco), el jardín budista zen por excelencia, cuyos únicos elementos son la arena y las rocas, que al ser inmunes al paso del tiempo se les atribuye un enorme valor simbólico. Dos de los más soberbios ejemplos de kare kansui se encuentran en Tokio: El Daisen-in, que pertenece al extraordinario complejo religioso de Daitoku-ji, y el aún más célebre Ryoan. Ambos se remontan a finales del siglo XV.
Rincones indispensables del país del Sol Naciente
El pueblo tradicional de NIKKO es una excursión obligada desde Tokio. Rodeada por los montes Nasu, en el interior de un vasto Parque Nacional, en un escenario extremadamente sugestivo formado por cascadas, rápidos, lagos, volcanes apagados y bosques exuberantes. Nikko ha ligado su nombre a un mausoleo-santuario, el del general Tokugawa Ieyasu, y al periodo del feudalismo tardío. Este icónico lugar se compone de obras de una grandiosidad inimaginable. Se trata de un conjunto de edificios casi encerrados uno dentro del otro, una especie de Ciudad Prohibida de Pekín, a la que en otro tiempo el pueblo no podía acercarse. Aquí se mezclan los torii, los portales sintoístas, con las pagodas budistas, los palacios (auténticos museos de arte), los arcos triunfales, las escalinatas y la famosa pagoda de bronce. Visitar Nikko hace de la excursión un viaje al pasado.
NARA es una ciudad de una atmósfera desgarradora, es el corazón siempre vivo de Japón. Fundada en el año 710 como capital, sus primeros años sufrieron una febril actividad constructora, sobre todo porque representaron la principal época de la exaltación artística del budismo. Y no solo la arquitectura, sino también la escultura y la pintura alcanzaron en Nara unos resultados excepcionales. Además, como todo en Japón, el arte y la naturaleza no se dan nunca por separado: la mayor parte de los templos de Nara se encuentran en un vasto y maravilloso parque, famoso además por sus gamos en libertado.
OSAKA, ciudad asomada a la bahía homónima, en la desembocadura del río Yodo, con un tráfico frenético, de una actividad incesante durante el día y de una vida nocturna igualmente animada, cuando se encienden los neones de bares, restaurantes y discotecas. Osaka también conserva testimonios del pasado y oasis de paz, como el santuario budista de Tamman-gu y el imponente castillo construido en 1584 por Toyotomi Hideyoshi, el “Napoleón de Japón”.
HIROSHIMA surge sobre una serie de islas arenosas del delta del río Ota, cuenta con más de un millón de habitantes y constituye un centro de importantes industrias. Tristemente conocida a nivel mundial por ser el epicentro de la primera bomba atómica lanzada sobre población civil. Obligada visita es el Parque de la Paz, donde se encuentra el Museo de la Bomba Atómica y el monumento conmemorativo en memora del holocausto.
Los horrores de la Segunda Guerra Mundial parecen lejanísimos en la paz idílica de la isla de Miyajima, situada frente a Hiroshima y que, dada su extraordinaria riqueza natural, es uno de los tres parajes protegidos del país. Considerada sagrada, hasta el punto de que no sólo no hay cementerios, sino que en el pasado estaba prohibido morirse y nacer en ella, la isla es visitada por miles de peregrinos. Su torii pintado de rojo es uno de los lugares más fotografiados de todo Japón.
Y este podría ser perfectamente ese viaje al país nipón que siempre habías imaginado. Un viaje único que quedará sellado en el fondo de tus recuerdos para siempre. Porque como diría un antiguo proverbio japonés: «Si lo piensas, decídelo. Si lo decidiste, no lo pienses».